
Texto e ilustraciones: Francisco Muñoz
Nuestro imperio ha logrado sobrevivir cuatro generaciones en este planeta, si es que puede apodársele de este modo…planeta. Porque este lugar es pura piedra, llanuras de piedra blanca, seguidas por cordones montañosos de piedras blancas y surcos en la piedra donde algunas veces hay agua. Dudo que, a estas alturas, en esta piedra (siendo hombre de fe), nuestro imperio esté preparado para sobrevivir una nueva generación antes de que el pesimismo nos acabe. He consultado con mis hermanos (los reyes de las provincias que conforman los distintos cardinales de este planeta) en busca de esperanza. Luego de años consultando magos, encantadores, tahúres, brujos, arácneas tejedoras de historias y, habiendo ya hecho escrutinio de cada una de todas las bibliotecas de las cinco provincias, hemos llegado todos a la misma he incomoda conclusión, hemos de bajar los hombros, el fin de este mundo es inevitable. El rey marchaba con su rostro cansino, horadado por la humedad danzante en el aire contrastada a la hostil resequedad de la roca. El único brillo de esperanza en su semblante, se escondía en la tonalidad crudo amarillenta de sus corneas, se trataba de la posibilidad de compartir con su familia algo que no fuera la noticia del fin y su narrativa. Se preguntaba cuanto habrían crecido, si al madurar, sus voces habrían mantenido su habilidad para engañar aves, y si en sus semblantes, quedaría aun vestigio de la amabilidad de su madre. Cruzaba los dedos al tiempo que apuraba su caballo, pidiéndole perdón por apurarlo ahora, tan cerca de la hora del ocaso. El caballo se desvaneció apenas su jinete tocó suelo. Corrió con premura hacia la plaza del pueblo, con el corazón acelerado y las manos nerviosamente sudadas. Medio escuchaba a la gente que parecía agolparse frente a su figura, medio escuchaba como se cerraban todas y cada una de las puertas, no solo en rededor de la plaza, no solo de las ciudadelas adyacentes, sino las de todo el reino. (Fragmento. Psocodea. Editorial NovenoSur, Biobío, Chile, 2022. Texto e ilustraciones: Francisco Muñoz)
Francisco Muñoz:
Nací en Talcahuano, crecí en Nacimiento y vivo en Hualpén. Pasé por varios colegios y liceos. Estudié Artes Visuales en la facultad de Humanidades y Artes de la Udec. Después de recibirme trabajé de copero, ayudante de cocina y atención al cliente en un par de librerías. Estudié Pedagogía en Enseñanza Media en la Universidad Andrés Bello y actualmente me desempeño como docente de la asignatura de Artes Visuales en el Liceo Santa Leonor de Talcahuano. Recientemente he colaborado con Lenguas Negras y Noveno Sur que han publicado textos como “El Weichafe de Zirijo” y “Cuando renace el sol” respectivamente. He creado más imágenes que relatos, tratando rescatar y visibilizar reflexiones, como la mirada y reflexión de Baldomero Lillo respecto a la vida en el carbón, la fascinación de escritores al enfrentarse a la riqueza cultural de otras regiones y las historias que resisten en la memoria de personas como el Kimche Armando Marileo Marileo.
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