De Eugenia Prado Bassi: acerca de la costura y otras prácticas femeninas.
Se necesitan costureras que trabajen desde su casa con maquinaria propia, para confeccionar mascarillas, se paga por mascarilla terminada, buen pago, que sea de la comuna de concepción.
Empresa de confecciones ubicada en la comuna de Providencia, busca a singeristas con experiencia, interesadas deben enviar currículo vitae para ser citadas a entrevista. Jornada completa.
Avisos encontrados en Google, 28 de abril, 2020.
“Ya es casi parte del sentido común comparar al texto con un tejido, a la construcción del relato con una costura, al modo de adjetivar un poema con la acción de bordar”, dice Tamara Kamenszain en su artículo “Bordado y costura del texto” (1981). Pero en Advertencias... de Eugenia Prado Bassi, el sentido común se revisita fuera de la comparación. No es que se compare la escritura con la costura: aquí se escribe y se cose. Se empuña el lápiz y se enhebra la aguja. Para contener la barbarie.
Coser y zurcir. Producir y reparar. Pero también descoser. Cortar. Enarbolar la tijera y sus filos, la aguja y su punta aguzada. Y escribir como Mercedes en su libreta, en su cuaderno. En la tradición de los libros que tratan de un libro que finalmente es el libro que leemos se inscriben estas Instrucciones. En este caso se trata del cuaderno de Mercedes, “obrera calificada y Singerista por excelencia (...)” Mercedes costurera/escritora, que como tal “no sabe separar la realidad de la fantasía pero se las arregla”.
La escritora bien podría ser vista como una mujer que se gana el derecho a escribir despojándose de los oficios femeninos. Saliendo de la reproducción que encadena, para ir ya liberada al mundo de la producción. No hay tal corte parecen decirnos estas Instrucciones. Aquí la costurera escribe y la escritora cose. Y se mezclan agujas y máquinas, hilos, alfileres, maniquíes, cuadernos, libretas, lápices para hacer marcas en la tela o en una libreta, o en un cuaderno. Se cose a máquina, se escribe a mano.
En Instrucciones, las protagonistas han salido de la sala de costura (ese “cuarto propio” femenino) para ir al galpón de costura: “Unidas por hilos o separadas por afiladas tijeras, espejos y botones; veinticinco operarias trabajan en el enorme galpón”. La costura como trabajo asalariado -“Algo fundamental tienen en común, su trabajo se paga” -, crea un “cuarto propio” colectivo:
Un vínculo de heridas se teje entre los pespuntes y cierres. Rivalidades, deseos, amores y odios se comparten en aquella complicidad que bordea la zona de pinchazos. De vez en cuando se escucha algún quejido a causa de las recurrentes agujas. Difícil es coser en redondo y en las esquinas. No queda más que practicar y seguir practicando aunque te duelan los brazos o te sangren los dedos. Así se les pasa la vida a las operarias. Algunas se hacen amigas; otras, esconden secretos en las bastas o los pliegues de una piel que no cierra. (p. 11)
Sobre lo que ocurre entre “pespuntes y cierres”, sobre lo que “bordea [esa] zona de pinchazos” escribirá, entonces, Mercedes. Descubriremos, así, que en las posibilidades femeninas no es tan fortuito encontrar una máquina de coser en una mesa de disección. El mesón de costura se vuelve camilla improvisada para deshilvanar, descoser, el cuerpo femenino. “Entre las piernas se enhebra la vida”: también, ahí, se puede desenhebrar. La sangre del pinchazo de la aguja es también la sangre del cuerpo de las mujeres, las infinitas vicisitudes de su espera, sus atrasos, los secretos compartidos para traerla de vuelta, la sangre del aborto clandestino manchando las telas destinadas a la alta costura, al traje de fiesta, al traje de novia. Y la muerte siempre acechando las prácticas femeninas de apropiación de su poder sobre la vida. Eugenia Prado Bassi, como su alter ego, Mercedes, no solo escribe apuntes con ideas descabelladas, además colecciona ilustraciones. Consejos prácticos para el buen lavado o planchado de prendas más finas y que la ropa luzca impecable. A veces, copia datos mientras ojea una revista, cualquier detalle de costura o de tejidos que cautive su interés irá a parar a esa libreta. Hasta que llega el día en que la libreta se llenó. Entonces, decide comprarse un cuaderno. Uno más grande y espacioso. (p. 41)
De eso se trata entonces, de un cuaderno que primero fue libreta y ahora es este libro que, al igual que el cuaderno de Mercedes,es una caja de sorpresas. Contiene todo tipo de costuras sobre la piel, sobre la tela, sobre el papel, además de otro tipo de rarezas, escrituras y sobresaltos. (...) dibujos y fotografías. (...) ilustraciones o postales vintage con máquinas antiguas, o que aparecen en los diarios con sus formas cambiantes a medida que los tiempos se aceleran. (p. 41-2)
“Cuenta Mercedes que en las antiguas fábricas textiles mientras todas cosían, una leía libros, literatura, y que entre ellas se turnaban”: es la escena que este libro recrea, pienso.
Eugenia Prado Brassi, como Mercedes, la singerista escritora, descubre el universo del lenguaje de la costura no en sus posibilidades metafóricas sino en su riqueza literal. Mercedes, dice la voz que narra, “escribe bonito”. Yo digo que Eugenia también.
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