En “Una habitación propia”, Virginia Wolf atribuye la falta de mujeres escritoras a la falta de espacios, físicos y temporales, en los que trabajar a solas, situación que se ha agudizado a nivel global con la pandemia. Y sin embargo, las mujeres escritoras siguen escribiendo, ¿cómo y porqué lo hacen?
Ante lo imprevisto, escribimos
Para muchas poetas, la escritura en pandemia ha sido una necesidad, sobre todo en las primeras semanas de encierro. Diversos concursos y convocatorias poéticas y narrativas se desarrollaron también en esas mismas semanas, llamando a escribir la pandemia, como intentando canalizar un sinfín de sentires que manaban desde todas las voces poéticas. Fue así para la poeta Camila Valdés, según ella, todo producto de la necesidad de dejar escrito lo que nos estaba pasando. “Las paredes de las casas se volvieron como espejos de nosotros mismos y para mí, ahí la poesía comenzó a fluir”. Similar le ocurrió a la poeta lotina Daniela Guerrero, quien en la pandemia conjugó su trabajo y su rol de madre y cuidadora principal de dos hijos. “Para mí la escritura era mi salida, porque el resto del tiempo que no escribía estaba conectada con los niños en clase, generando logísticas de dueña de casa, salvando la pega y todo en cuatro paredes”.
Daniela también une este proceso de interiorización con el vivido anteriormente en el estallido social, que ella identifica como un “todo hacia afuera” aparejado con la revuelta popular de octubre y con la develación de un país que es ingrato para mucha gente.
“Las artes están totalmente golpeadas con esta crisis. La ministra dice que la cultura no importa. Importa para recrear a la gente que está en pandemia, pero no se pone ‘ni uno’. Se ha demostrado con creces que las artes en Chile no valen nada para el sistema” afirma Karina Kapitana, reconociendo este momento como clave para entender la precarización de las personas que trabajan en las artes. Se suma a esto la violencia estatal contra comunidades mapuche y otros grupos sociales “el ejemplo es claro. La violencia que el estado chileno ejerce sobre una niña de siete años, cuyo padre fue asesinado por la policía chilena”, dice, haciendo referencia a la detención de Guacolda Catrileo por la policía. “Es horroroso. Es horroroso tener que encerrarnos mientras los balnearios de la gente de clase alta siguen abiertos”. En ese contexto Karina ha tenido sus propios desencuentros con la policía, siendo increpada cuando realizaba videos de performance poética en la calle. “Ha sido súper fuerte para uno, cuando se es familiar de presos políticos, subirse a una micro y que un milico con una metralleta te pida un salvoconducto”.
Todo esto también significó un impulso creativo para muchos. “Si leemos textos o vemos arte realizado durante el periodo de pandemia, podemos encontrar un sinfín de emociones, que van desde la pena, la angustia y el ahogo hasta la rabia y las ganas de querer quemarlo todo”, explica Camila Valdés. En ese sinfín, está también el silencio que permite la sanación, como fue el caso de Karina, “ha sido a veces cansador, pero otras veces de mucha calma. De un nuevo aprendizaje”.
Para la poeta Carla Cimarrona, la cuarentena implicó el establecimiento de un acuerdo de convivencia transitoria con el padre de su hija, para compartir cuidados cuando el encierro fue total. “En mi caso personal para sentarme en mi escritorio a plegar papel, a escribir, a leer. Es algo que me prometí a mí misma cuando fui mamá”, también como algo que legar a su hija a través del ejemplo.
Al principio su trabajo fue concluir y cerrar los ciclos de creación que se iniciaron en la revuelta, pero con el tiempo todo fue perdiendo sentido. Tal como para Daniela, el todo hacia afuera se volvió un todo hacia adentro. “Fue como un desencuentro con mi propio trabajo”. Las dificultades técnicas igual jugaron su parte, porque en los primeros meses Carla no salió de su casa y no tenía impresora. Entonces, experimentó con la materialidad usando el papel que ya tenía y una máquina de escribir. Esta tarea le tomó todo el mes de marzo y parte de abril, “para mí fue un proceso de aprendizaje creativo en la parte de la tabulación, de la editorial, de revisar el papel y mi propio texto en el sentido de la diagramación. La materialidad misma. Más que escribir mucho, escribí mil veces lo mismo hasta que sentí que espacialmente las cosas tenían sentido en la hoja”.
En una segunda etapa de pandemia, de indignación hacia lo externo, las conexiones comenzaron a darse. En ese contexto se gestó la antología de poetas chilenas Tanto fervor tiene el cielo, editada en México, en la que encontramos nombres como Carmen Berenger, Daniela Catrileo y desde Concepción Camila Valdés y Ángela Neira-Muñoz. El lanzamiento de este texto, que sin pandemia habría sido reservado a unos pocos en México y quizás en Santiago, ahora es exequible a usuarios de todo el mundo a través de redes sociales y transmisión en vivo. La pandemia si bien no ha tendido puentes, nos ha obligado a usar las conexiones tecnológicas que ya existían, acelerando la asimilación de la digitalidad en la industria editorial.
Ajedrez con la muerte
Para Daniela Guerrero la poesía y el proceso creativo siempre se cruza con la “vida real”. Entonces, naturalmente se produce un ajuste entre lo que queremos hacer y lo que nos está ocurriendo.
En el séptimo sello, de Ingmar Bergman, un caballero cruzado juega ajedrez con la muerte mientras la sociedad medieval se consume por la peste negra. En esta pandemia muchos se han volcado a escribir, como quien comprende la muerte mientras esta lo ronda.
“Mi abuelo materno falleció hace un mes”, relata Daniela Guerrero, “todos los primeros meses (de pandemia) lo entrevisté, para hablar de mi abuela, de su mamá y del linaje. Entonces empecé a verbalizar y transformé las conversaciones de la casa en un proyecto escritural”. Además de esto Daniela trabajó en Síndrome, proyecto poético que tenía pensado con anterioridad, pero que adquirió un nuevo sentido con la crisis, “tiene relación directa con lo que implica estar en el encierro, viviendo en un cuerpo medianamente defectuoso para enfrentar una pandemia. Empieza el caos del tic en el ojo y lo que implica la ruptura total de los límites. Cuando tú estás encerrado no tienes límites. Tu vida, tu trabajo, tu familia, todo gira en torno al mismo espacio y eso se vuelve muy caótico mentalmente”.
Karina Kapitana, quien participó activamente en la primera etapa de la pandemia en lecturas online y publicación de contenido, también jugó su propia partida con la muerte cuando se contagió de Covid y estuvo en una residencia sanitaria “eso me permitió analizar mi cuerpo, verme desde afuera y poder crear. Volver a estar sola, en esa soledad absoluta que el sistema te deja. Pensé mucho en lo que llamo ‘neo-dictadura’”. Con esto, Karina se refiere al sentimiento de estar en una cárcel, en la que “estas dentro de tu casa encerrados y todos los que están afuera son enemigos”.
¿Tiene sentido el quehacer poético?
Es una pregunta que muchos se hicieron, quizás provocada por la multiplicidad de convocatorias, mesas de trabajo y otras actividades que convocaron a los y las poetas en una primera etapa pandémica. También se lo preguntó Daniela Guerrero, “a mí me gusta mucho leer y participar en encuentros, pero también empiezas a ver que el mundo se cae a pedazos por un lado y tú sigues insistiendo en la poesía, que puede ser muy esperanzadora a veces, pero que en otras me sonaba a ego”.
El porqué de seguir escribiendo entonces, es difuso. Para Daniela hay dos posibles respuestas “Tal vez no mi poesía sino el arte es necesario, porque es sanador. No en un sentido chamánico, sino que la vida, la sociedad y el mundo es mejor con procesos artísticos”. La segunda razón tiene mucho más que ver, sin embargo con la esencia de la escritura para muchos. “Yo no puedo dejar de escribir. Una cosa es dejar de leer en público, pero el ejercicio de insistir y de crear poesía me permea por los poros”.
“Sigo creando, no paro” dice también Karina “estoy en un proceso de construcción, de limpiar y ordenar mis textos e ir avanzando. Mirándolo desde otro enfoque, desde un enfoque más espiritual quizás. Dejando la rabia, el dolor y la frustración y tomándolo desde otro lado. Mirándolo desde afuera, pero poniéndole escritura”. Para ella el proceso ha sido de menos a más, en el que siempre ha estado el apoyo de los y las otras. “he sido de todo, madre, vendedora, guerrera, llorona, depresiva, alegre, esperanzada, nieta. He tenido que vivir todos esos procesos”. Y en todos ellos ha escrito.
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