Por Camila Rojas Sánchez
Es costumbre escuchar frases como “todo está mal en Chile” y coincido absolutamente con el diagnóstico en el sentido de que el sistema económico y político que gobierna hoy en Chile debe cambiar, y creo que la Nueva Constitución es un gran desafío para ello.
Muestra de ello también fue el Estallido Social de octubre del 2019 que mostró la gran desigualdad que hay en Chile, pero también la organización ciudadana, saliendo a la calle millones de personas, coordinando cabildos ciudadanos y asambleas barriales. Y lejos de desaparecer esta organización ante la pandemia, surgen los comedores solidarios y las ollas comunes autogestionadas que vuelven a aparecer para combatir el hambre, con la misma intensidad que se hicieron durante la dictadura. Ellas son reflejo de la lucha de un pueblo unido capaz de organizarse por sí solo en la adversidad. Por ello, y sin querer romantizar la precarización bajo la cual surgen estas organizaciones ciudadanas, rescato la autogestión popular capaz de reinventarse ante crisis económicas y políticas, pasando de cabildos ciudadanos a ollas comunes. El ejecutivo llegó tarde con sus medidas, las que dicho sea de paso, no dan cuenta de las verdaderas necesidades de la ciudadanía, discriminando incluso a cierto sector de la población, imponiendo requisitos, y los montos que finalmente llegan son insuficientes para cubrir las necesidades básicas de cualquier hogar de Chile. Estas medidas sanitarias, también, fueron llevadas a cabo sin pertinencia cultural en cuanto a la realidad laboral de millones de trabajadores y trabajadoras, que no podían respetar las cuarentenas, no porque no quisieran, sino porque debían trasladarse de una comuna a otra, hasta por horas, para poder dar sustento económico a sus familias.
Bastaron algunas pocas semanas de confinamiento y de medidas tardías en los hogares para que reaparecieran las ollas comunes. Y así, las misma multitud de millones de personas que golpearon ollas y sartenes con cucharas de palo como instrumentos de protesta, hoy los sacan para darles de comer a su pueblo. Estas ollas comunes que se levantaron y están actuando en los territorios muestran la cara ante la disconformidad de la insuficiente ayuda por parte del Gobierno.
“El pueblo ayuda al pueblo” es el lema de gran parte de estos comedores ciudadanos, y justamente da cuenta de la lejanía del Gobierno con el pueblo de Chile, pero también da cuenta de la cercanía que tenemos entre ciudadanos y ciudadanas, cercanía que genera confianza y esperanza de una organización popular, organización que debe instalarse no solo a partir del hambre, sino de las múltiples dimensiones económicas, políticas, y socioculturales que nos configuran como ciudadanía.
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