Por Camila Mellado Vargas
Se cumplieron ya más de 2 años desde de que la angustia y malestar que la ciudadanía sentía, cuajó en un enorme protesta social que paralizó al país por semanas. La Revuelta de Octubre, como se le ha llamado, se diferenciaba de otros procesos históricos que buscaban saldar una sola deuda hacia la sociedad, como la Revolución Pingüina, en la multiplicidad de sus causas. Si bien el gatillante fue el aumento de valor del pasaje del metro en Santiago en 30 pesos, el estallido ocurrió luego de un año de protestas sin respuestas del gremio docente y otros gremios importantes del país. “No son 30 pesos, son 30 años”, fue uno de los primeros slogans que se alzaron ciudadanamente, haciendo alusión a los 30 años desde que se recuperó la democracia luego de la dictadura militar.
¿Qué ocurrió en esos 30 años, que arrojó a toda la ciudadanía a la calle, en una gran revuelta que no diferenció distancias geográficas, edades y géneros? ¿Cómo explicar esta revuelta sin precedentes que buscaba cambiar todo?
Según Rolando Álvarez en el libro Revuelta Popular, de José Ponce, “analistas de todos los sectores comenzaron a ensayar explicaciones de lo acontecido. Algunos apelaron a las consabidas tesis de la intervención extranjera […]Otros quisieron reducirlo a las inevitables ‘externalidades’ o costos asociados a los procesos de modernización capitalista” incluso en ese proceso de incomprensión pudimos escuchar un audio filtrado de la primera dama, Cecilia Morel, en el que afirmaba "Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice". Contrario a esta visión, según Alvarez “un segmento significativo de cientistas sociales y dirigentes políticos lo asoció al descontento acumulado por décadas vividas bajo un sistema político y económico incapaz de satisfacer las demandas de la población” aunque para el historiador la explicación principal es la que aborda José Ponce en el citado libro: el materialismo histórico y una renovada lucha de clases.
Nos encontramos entonces, con tantas razones como realidades. En octubre de 2019 todos y todas tuvieron razones diversas para salir y el gran sentimiento reformista se transformó en la solicitud de una nueva constitución que lo cambiara todo, ¿pero que es el todo que queremos cambiar?
Problemas estructurales
“En Chile están mal muchas cosas” afirma Julio Garate, activista medioambiental “pero lo que se evidencia el estallido social, las movilizaciones de las décadas que le precedieron, del movimiento feminista, del movimiento de trabajadores y trabajadoras, del movimiento estudiantil, es que en Chile está institucionalizado el abuso y la desigualdad social”. Para él, la base de esas desigualdades se sustenta en la apropiación privada de los bienes naturales y de los derechos que se habían conquistado ciudadanamente el siglo pasado; como educación, salud y previsión social.
Algo similar cree la periodista y directora de ONG Amaranta, Cecilia Ananías, para la que el principal problema es que en Chile “todos los derechos sociales son cosa del mercado. Por ejemplo, la gente tiene que hacer bingos y completadas para pagar sus tratamientos de cáncer si están fuera del sistema GES o que una persona pueda endeudarse toda una vida por una vivienda, mientras otres acumulan departamentos para inversión, como si fueran tazos o láminas. Eso habla de desigualdades sociales enormes”. Entre los derechos sociales que Cecilia considera imprescindibles, están el acceso integro a la salud, educación y vivienda principalmente, todos los cuales son brindados actualmente por el estado, pero de forma parcial y supereditada al cumplimiento de condiciones o engorrosos procesos y siendo en la mayoría de los casos, servicios menos actualizados y con menos posibilidades que los ofrecidos por el mercado privado y de pago.
Patricio Parra, concejero civil del Programa de recuperación ambiental y social de Coronel PRAS, organismo presente en 3 de las principales zonas de sacrificio de Chile, opina similar a Cecilia “Hay un problema estructural de la sociedad que queremos construir. Hay que mejorar las vías del acceso a los servicios sociales, que sean expeditos y en beneficio de la gente, además deben protegerse con normativas los que son de uso diario de las personas como el medio ambiente, los derechos sociales y los derechos laborales y proyectar también el país que queremos construir y cómo avanzamos hacia la sociedad que queremos”.
Pero, ¿podemos los ciudadanos comunes y corrientes, cambiar algo de estos problemas? Según Julio Garate, no, puesto que el sistema actual no habilita a las personas a cambiar nada, “se trata de una política inhabilitante, donde el poder está demasiado concentrado y no hay capacidad de las personas de hacer valer sus necesidades”. Para Julio la solución a esto pasa por la creación de un nuevo sistema político, “donde, más allá de la democracia representativa, las personas tengan derecho a otro tipo de democracia, con más control sobre sus vidas. Donde institucionalicemos un modelo de desarrollo distinto que garantice el desarrollo auténtico de los territorios, la alimentación de las comunidades, el derecho al agua, a la tierra y a un medio ambiente sano, libre de contaminación y que todo eso quede plasmado en una nueva constitución”.
Reconocer el nuevo Chile
Sumado a los derechos pendientes, una plétora de solicitudes ciudadanas con larga data, aportan diversidad de banderas de lucha a las ya mencionadas. No más AFP, educación de calidad, no más zonas de sacrificio, reconocimiento constitucional de los pueblos originarios y derechos para las mujeres y disidencias, son algunos de los principales que ayudaron a articular otros movimientos a la columna del cambio total de Chile.
Por ejemplo, Francisco Santander, actor y activista LGBTIQA+, participó del estallido movilizado por lo que el describe como un sentimiento de cambio y que “en relación a las diversidades de género y sexuales, es un cambio que viene patentado por diversas acciones que hemos realizado hasta el día de hoy” explica y aunque afirma que la constitución nos debe garantizar a todos acceso a derechos básicos como los anteriormente mencionados, “en el caso de las personas LGBTIQA+ debemos caer en cuenta de que hay condicionantes que no están garantizadas con la constitución, como el trabajo decente para las personas trans o el derecho de un ambiente libre de discriminación. Eso no está garantizado”. Frente a estas deudas, Francisco afirma que seguirán luchando para que a través de la vía legislativa se vayan modificando ciertas estructuras que la constitución delo 80 no nos asegura”. Francisco afirma que la nueva constitución debe incluir los derechos que den pie a que nuevos derechos sean visibilizados.
Carolina Jara, profesora y dramaturga, considera que uno de los principales cambios que deben hacerse es precisamente uno que se ha solicitado por décadas: modernizar el sistema educativo. “está totalmente obsoleto desde hace mucho tiempo. Tenemos que dejar de ver el mundo a través de los adultos y de las adultas y ver cuáles son las necesidades de los niños y las niñas, para que ellos puedan aprender” dice enfática, “¿Cómo aprenden los niños y las niñas? ¿Aprenden a través de la memorización de contenido? Tenemos que buscar una educación integral, no solo de palabra, que realmente le de herramientas a los niños y niñas para que se puedan desenvolver de verdad en la sociedad”. Para solucionar esto, Carolina considera que debe incluirse de manera urgente la educación artística y la educación emocional en el sistema educativo chileno, por los múltiples beneficios que estas aportan a las infancias para reconocerse a sí mismas y expresar su mundo interior. “Esto lo coarta la educación actual, que no quiere que los niños y niñas sean diferentes. Creo que es importante apelar a la diferencia, todos y todas somos distintas y debemos reforzar eso en la escuela: la individualidad del ser de cada uno y una”.
Sin embargo de todo lo anterior, este espacio de repensar Chile y sus falencias, puede ser también una oportunidad a nivel personal. Para la artista visual y diseñadora, Ana Carrillo, el problema es sistémico pero su solución pasa por el individuo. “En Chile está mal el poder y como corrompe. Como se juzga, como se habla del otro, la poca empatía. Me parece que es una forma instaurada y que cuando creemos que la vamos a destruir se rearma” explica la artista, quien también trabaja en distintas organizaciones de mujeres y colectivos de creación. Para ella, la respuesta es “vernos y solucionarnos de manera personal y colectiva. Todo lo que ocurre en el país debe ser decidido por todes, no por unas cuantas personas. Hay que salir de la individualidad, porque en ella las cosas no funcionan y pasa esto del abuso de poder o la mentira. Hay que verse y darse cuenta de que somos seres sociales”.
Todas estas respuestas, tienen que ver con el cambio de mirada que trae consigo el nuevo Chile, cuyas lógicas y prácticas deben estar respaldadas por la nueva constitución que se escribe. Probablemente haya muchas más miradas que agregar y nuestro trabajo como país es intentar aunarlas para mirar todos hacia un futuro en conjunto.
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