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  • Luz María Zúñiga

Chile post estallido: una mirada desde Aotearoa New ZealandNosotras y nosotros, el Pueblo de Chile. They. Are. Us.*/ Luz Zúñiga Vega

Foto: Manuel Morales Requena



Ko Nahuelbuta te maunga. Ko Biobio te awa. Ko Chile te iwi.

I naianei e noho ana ahau te Whākatu i te wai Pounaumu.

 

Mi montaña es Nahuelbuta. Mi río es el Bio Bio.

Mi Pueblo es Chile. Ahora vivo en Nelson/Whakatu, Aotearoa/New Zealand.

 

Esta es la forma en que se hacen las presentaciones, de acuerdo con la tradición Māori, que, en cumplimiento del Tratado de Waitangi, se utiliza ampliamente en situaciones formales en este país Oceánico, cuya institucionalidad se funda en este acuerdo entre la Corona Británica y las tribus Māori, firmado el 6 de febrero de 1840. Aotearoa New Zealand es, en efecto, un Estado bicultural, haciendo referencia a la coexistencia del Pueblo Originario, con todos quienes llegaron invitados por el tratado y que nos incluye a nosotros, los inmigrantes posteriores a los británicos. Aprender este saludo en Te Reo Māori, fue también, para mí, descubrir y valorar mi propia identidad, como chilena,  nieta de campesinos de la zona de Contulmo/Nahuelbuta y parte de las generaciones que estudiamos y trabajamos en la zona del Bío Bío, en el Gran Concepción.

En Nelson, New Zealand, vivo en la misma casa con otros dos chilenos. Todos penquistas. Dos periodistas y una asistente social, egresada de una universidad neozelandesa.

El 2019 comenzó para dos de nosotros ya viviendo en NZ por más de quince años, con un primer evento que nos sacudió el alma, inundándonos de pena y de rabia: la masacre de Christchurch. Un joven trabajador, de esos que se van derecho a la consola de juego cuando termina su turno, un joven de ultraderecha, de los tantos a los que su aislamiento, participación en foros online que capitalizan  su frustración y resentimiento, y que, sin embargo, parecía muy normal, en sus ratos creativos escribía un manifiesto, copiando y pasteando de otros textos inspirados en terrorismo ultraderechista y racista. El 15 de marzo de 2019, este joven trabajador, tomó su arma semiautomática, a la que hasta entonces tenía acceso la gente “normal” como él,  se puso una cámara de video en el pecho, entró a una mezquita musulmana y mató a 52 personas. Ancianos, mujeres y niños incluidos. Fue en la tarde, cuando muchos estábamos en nuestros respectivos trabajos. “Aquí hay que hacer algo”, pensamos “esto no es New Zealand”. Dolor, asombro y mucha rabia. Sobre todo para quienes conocemos la violencia irracional y los asesinatos de inocentes. El país en que vivimos tampoco ha podido todavía procesar, como pueblo, lo que les pasó. Pero Jacinda Ardern lideró la respuesta masiva y pacífica con el apoyo irrestricto y sin vacilaciones, de la oposición (la derecha). Apelando a la más profunda humanidad de su Pueblo, la Primera Ministra, los unió a todos con una frase de tres palabras: “They. Are. Us.” (“Ellos. Son. Nosotros”). La respuesta del pueblo neozelandés, de la que todos quienes vivimos aquí fuimos parte, fue una demostración de que un colectivo puede, en horas, deshacerse de la “otredad”. Del discurso dualista del colonialismo, que nos impide velar por el bienestar de todos. Salimos a las calles también, muchas mujeres vistiendo una hijab, como las mártires de Christchurch, aprendiendo que este atuendo es un símbolo feminista, cuando se defiende el derecho a usarlo por opción. Tangata Whenua (o el Pueblo Māori), neozelandeses europeos, y de todos los continentes, expresamos nuestro apoyo y solidaridad a la comunidad musulmana. En un par de horas, el Parlamento en pleno ordenó confiscar TODAS las armas semiautomáticas. Los lobbies de armas extranjeros (como la Asociación del rifle de Estados Unidos) enviaron mensajes  indignados al gobierno, acusándolo de “autoritario” por “quitar a la gente sus derechos”. La líder de la oposición en ese momento, o sea de la derecha, los mando, públicamente, a “sonarse los mocos”. Toda Nueva Zelandia se unió para repeler el terrorismo de ultraderecha.

Nosotros fuimos parte de la respuesta de la comunidad migrante, especialmente a través de nuestro programa de radio, ¡Viva Latinoamérica!, que hacemos como voluntarios desde 2010, y que es parte de una red de doce estaciones de Acceso Comunitario, en las que todos (sí, todos) los ciudadanos podemos producir y difundir los contenidos que queramos. Accedemos a esta plataforma gratuitamente, a cambio de nuestro trabajo voluntario. Es una expresión de poder ciudadano. Ese del que los tres chilenos que hacemos el programa dudábamos que existiera todavía en Chile. “¿Sera posible también en nuestro país de origen, eliminar así la “otredad” y unirnos por el bien de todos...?” Quedamos con la pregunta dándonos vuelta.

 

“No nos soltemos nunca más”

            Octubre de 2019 nos sorprendió a todos. Todavía tengo en la retina la imagen de esas calles con millones de chilenos, que venciendo el miedo al peor terror que ha vivido el pueblo de Chile, que es a las “intervenciones militares”, salieron a decir “no estamos en guerra” y que vuelvan los milicos a los cuarteles. Millones en todo Chile, siguiendo el ejemplo de resistencia de los jóvenes secundarios que, saltando los torniquetes declararon que la injusticia se enfrenta y la ley injusta se desobedece. Recuerdo la bandera Mapuche sobre la infame estatua de Baquedano, y más banderas Mapuche que chilenas, en un hito que la historia recordará como el inicio de la descolonización en Chile. También fue, como observa el historiador Gabriel Salazar, la primera vez que un levantamiento legítimamente ciudadano no fue acallado a punta de bayoneta. En Octubre 2019, en New Zealand, los chilenos teníamos una mezcla de orgullo, esperanza y miedo por nuestra gente en Chile. Así que salimos a la calle también. Primero solamente nosotros tres, con unos carteles improvisados, entre ellos, una foto de una multitud llenando una calle en Chile, porque estábamos orgullosos de nuestra gente. En torno a esa foto, nos juntamos después un buen grupo de chilenos, en el centro de Nelson, repitiendo las consignas y demandas de nuestros compatriotas. Estábamos esperanzados, empoderados, orgullosos. Nos coordinamos, exigimos Asamblea Constituyente, pensiones justas, acceso equitativo a salud y educación, demandas resumidas en las conclusiones del cabildo de Nelson, que se sumaba a miles de otros cabildos en Chile y en el extranjero.

            Desde nuestra plataforma de Viva Latinoamérica! En Fresh FM hicimos campaña por el Apruebo de la idea de derogar la constitución de Pinochet y redactar otra por y para el Pueblo. En New Zealand, como en la mayoría de los países en que votamos los chilenos en el exterior, la nueva constitución obtuvo sobre el ochenta por ciento de las preferencias. En esos tiempos entrevistamos a Polo Lillo el querido fundador de Señal 3 La Victoria, fallecido en 2021. Mientras conversábamos, nos contaba como los pacos disparaban en la población. Se escucharon disparos. En Mayo 2022, recordamos esa entrevista al informar sobre el hasta ahora no resuelto asesinato de la joven periodista del mismo canal comunitario de la Población La Victoria, Francisca Sandoval, a manos de sicarios del Estado. Con al menos una pistola proveída in situ por un policía.

            Entrevistamos colegas de Resumen Punto CL, Radio Kvrruf y, durante la campaña para elegir constituyentes, conversamos con quien sería una de las primeras mayorías de los escaños reservados: Natividad Llanquileo. “Tenemos que volver a encontrarnos, tenemos que volver a querernos”, nos dijo, resumiendo así, al igual que lo hizo Jacinda Ardern en marzo, la más importante y clave tarea colectiva que asumimos en ese momento como pueblo y de la cual aún somos responsables. En ese espíritu, participamos de la campaña presidencial contra el candidato de la ultraderecha (si, recordemos que por eso salió Boric); y mientras la Convención Constituyente trabajaba, desde nuestro programa de radio, hicimos campaña por el Apruebo de salida con múltiples enlaces en vivo con chilenos en México, Australia, Alemania, España, Países Bajos, Africa y las Américas, organizados en la red de chilenos en el extranjero Chile Despertó Internacional. Trabajamos jóvenes y viejos, cada uno desde sus propias identidades: feministas, ecologistas, citadinos, campesinos, estudiantes, trabajadores. En un enlace en directo a través de redes sociales, conversamos sobre Chile un joven que fue parte del movimiento pingüino de 2006, y yo, que integraba el movimiento secundario contra la dictadura en los 80.

Este movimiento ciudadano, que articula a más de cinco millones de chilenos. Que tiene un proyecto, a diferencia de los siete millones que rechazaron la propuesta en el plebiscito de salida, ha hecho y seguirá haciendo historia. Somos un movimiento ciudadano articulado y con mucho poder. Tenemos proyecto, tenemos lideres, esos mismos que fueron impedidos de presentarse como candidatos a consejeros constituyentes en 2023, pero que fueron capaces de encarnar demandas y aspiraciones hasta ahora relegadas por el poder político, empezando por el rol social del Estado y el reconocimiento de la autonomía de los Pueblos Originarios, incluyendo la restitución de sus territorios ancestrales. Gracias a los cientos de audiencias ante la Convención Constituyente 2021 y los debates de los convencionales, hemos descubierto y valoramos nuestras identidades. Cinco millones aprobamos y seguimos respaldando que el agua sea un bien inapropiable, que se protejan los derechos de la naturaleza, que tengamos pensiones justas, acceso equitativo a salud y educación de calidad. Fuimos, y por lo tanto somos, capaces de movilizar y concentrar a quinientas mil personas, en el cierre de la campaña del apruebo en Santiago, sin un solo incidente y luego de horas de celebraciones, recoger toda la basura y entregar la calle limpia.

Ya comenzará a retirarse la ola de mentiras y agendas impuestas por lo que Salazar llama la “dictadura de la elite”, como la agenda anti migrante, la criminalización de la causa Mapuche y la agenda “de seguridad”, todas destinadas únicamente a que perdamos el norte, que nos enfrentemos unos contra otros, cayendo nuevamente en el pensamiento dualista del nuevo colonialismo neoliberal. En la “otredad” tan útil a la elite y su brazo armado de narrativas de odio, encarnadas en el preocupante tercio que recientemente votó ultraderecha. Somos muchos los dispuestos a tragarnos cualquier rabia, cualquier miedo, frustración o desesperanza y volver a conversar y encontrarnos por el bien de todos. Tenemos que desbaratar la “otredad”, desarticular y revertir la “pacificación de los Chilenos”, como le llama Elicura Chihuailaf al Chile post Dictadura. Esa es la historia que se esta escribiendo, la que quedará cuando pase esta ola de miedos implantados y conciencias dormidas.  Volver a encontrarnos, volver a querernos. La historia la hacemos “nosotras y nosotros, el Pueblo de Chile, conformado por diversas naciones.”

*Quien escribe y los que participan como colaboradores en este escrito,  somos mayores de 50 años. Validamos y apoyamos los principios que inspiran el uso del lenguaje inclusivo. Sin embargo, tal vez porque nos hemos comunicado en este español “antiguo” toda nuestra vida, preferimos usarlo tal como está, para evitar lamentables interrupciones y confusiones respecto de lo que queremos decir. Toda regla tiene excepciones.

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