Poemas de la Bahía chica.
- Oscar Vidal
- hace 5 días
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Foto: Manuel Moreales Requena.
Poemas de la Bahía chica
I
Pareciera que el sonido del mar con su rumor fuera lamiendo
la piel de tus brazos y de tus hombros dorados al sol
Que tu sonrisa bajos los cristales oscuros de tus
anteojos se colorea de otros colores
como el pelaje de un animal descubierto
repentinamente en medio del bosque.
(Igual que la luz relampagueante de sus ojos y
un destello veloz entre el ramaje).
Allí estuve yo, atesorando cada imagen, apegado al
olor tostado de tu piel.
Mientras tratas de nombrar los pájaros que escarban
entre las piedras,
los pájaros que trazan su ruta a media altura,
los pájaros que apenas un punto oscuro eran
en lo más alto,
los pájaros que a trinos se responden mensajes
arcanos más allá del lomaje suave de las dunas.
Allí estuviste, tristísima y extrañada, pero levemente
contenta de estar allí
y no en el otro lugar o en ese otro tiempo que te
zumbaba todavía en un punto inespecífico
entre el ombligo y la columna vertebral.
II
Escribo
toda flor tenía un parecido cósmico con mi patria
caminaba por Hualpén hecho una furia
me metía a La Diego como si fuera de ahí
me metía a La 18 como si fuera de ahí
me quedaba en La Críspulo
como si todos los chiquillos de La Críspulo fueran mis hermanos
Estuve furioso a los pies de Ciudad Gótica
caminaba por Colón hecho una furia
caminaba frente a La Rocuán hecho una furia
y pasaba por fuera de La Camanchaca echando pestes
con los últimos 70 pesos
el precio de un cigarro al lado del cuartel de bomberos
era 1998.
Me devolvía tranquilo, sed non sereno
y ponía un vaso con agua y una vela en la ventana de mi pieza recién aseada
un vaso de alcohol isopropílico encendido da una llama azulina
todo atardecer tenía un parecido cósmico conmigo
III
El pie de ella jugaba a revolver el montón
de colillas que se había acumulado bajo la banca
casi todas las noche pasaban los ebrios camino a los cerros
se detenían a conversar en esa banca,
a veces ella los escuchaba conversar
en el dialecto cósmico del alcohol.
los ebrios tenían las caras rojas e hinchadas,
los ojos hundidos
las bocas partidas por el vino y la salobridad
mantenían cerca a sus perros
mientras invocaban dioses lejanos en sus rezos sin final.
Respondían a nombres claros y sencillos:
el viejo pepe,
el viejo mono,
el viejo claudio,
el loco mario,
el tongüi,
el hueñe,
la rosa,
la loca marta.
Siempre solitarios,
sólo escasas veces, de esquina esquina
se imprecaban para trasmitirse las visiones
como si estuvieran cambiando el turno en una trasmisión mística.
En el dialogo incansable con dios
que los traicionó y los hundió en el pajonal del trago y la inmundicia.
en el dialogo incansable con dios
y otros seres místicos que logran mantener a raya el derrumbe
son estas bestias las que han sostenido las últimas ruinas
en sus mantras sostienen la tela frágil y dañada
la última saga del mundo.
IV
Dónde dejé a estos dos, hace años ya
paseando por el pueblo huraño
paseando por un pueblo grisáceo y hostil
planeando ir al muelle el sábado
a ver si tenían suficiente para pagar la micro
en esa época en que aprendí a llamar textos a los poemas
sabiendo que ningún hipermedia sería suficiente
para almacenar el habla
el habla sagrada y el manifiesto de la poesía telúrica
los dejé como están
a medio morir
agarrados uno al otro en un temblor de ternura.
V
La llama de la Enap estuvo muy alta esa noche
más alta que nunca esa noche
en medio de una isla del Biobío
tan alta que vimos demonios entre las nubes.
Abrazados y risueños
fuimos como perros del amanecer
rojos de sulfuros
con las caras estúpidas y torcidas
de haber mezclado las tabletas de tu viejo.
Con la llama de la Enap
en la discoteque más ordinaria de Chile
bailamos entre los niños del Macera
mientras en Kirikina Island no quedó ninguno
mientras en Rocuan Island no quedó nessuno
nessuno.
VI
Anoche mientras leía apareció de repente,
sin nadie que la invitara, una palabra deplorable
ni la ubérrima de Vallejo tendría ahora el coraje
de atravesar este callejón oscuro,
de adentrarse en El Tajo.
Uno siempre es de pueblo pequeño,
porque así es su alma.
Oscar Vidal Fuentes (Talcahuano, 1982) Psicólogo con especialización en psicología comunitaria e intervención con víctimas de violencia grave. Como escritor, su obra ha sido publicada en distintas antologías. En 2010 publica Paxaricu reeditado por Balmaceda Arte Joven en 2016. En 2024 publica Zonas de sacrificio por Editorial Taller del Libro.
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