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  • Ricardo Toloza Rifo

De Diatriba del cavador, Abraham R. Abraham* (Pequod Editores, Concepción, 2016)



Fragmento

“Me mostró un diario en el que había subrayado la palabra antisociales. No abandonados, no olvidados, no envilecidos, dijo, sino antisociales, sujetos definidos por su oposición al cuerpo social. Cuerpo formado, como usted sabe, por cada uno de los sujetos que adhieren al conjunto de los principios, decretos, leyes que gobiernan dicho cuerpo. Antisociales, dijo, sujetos que se oponen a cada uno de nosotros, en tanto miembros respetuosos de las leyes que rigen el cuerpo social. Familias que comen con la tele encendida. Tres millones de casas que vistas desde afuera, a la hora de la once, semejan a la reunión primitiva del hombre ante el espectáculo del fuego. Dijo que no recordaba si el diario La segunda, por ejemplo, el mismo que había titulado “Exterminados como ratones” refiriéndose a los miristas muertos en Argentina, se había referido a la explosión. Y si lo había hecho, ¿en qué términos lo hizo? Pues es fácil ser Jorge Edwards y hablar de los bares de Madrid y del diálogo madrileño y del barullo madrileño. Ser Jorge Edwards y hablar de la intolerancia chilena, de la constitución chilena, de la educación chilena o de la cultura chilena, e incluso de la barbarie castrista. Ser de izquierda cuando se debe, y de derecha cuando se puede. Vivir a la sombra de Mario Vargas Llosa y ser embajador en París. Hablar de Montaigne, de Proust, de Sade, de Gide o de la NRF. Ser nombrado por los hijos de la dictadura, por los hijos de los asesinos, y no sentir vergüenza. Seguir escribiendo como si los muertos no existiesen. Seguir escribiendo como si el sueldo de un embajador no se compusiese de una parte del IVA pagado por el padre o la madre de un hombre muerto, el hijo de un hombre muerto. El dinero de los muertos para alimentar a los vivos que hablan de los muertos, pero de los muertos con historia. Vivos que reducen la dictadura a un desorden de la historia. Vivos que reclaman el olvido, la vuelta de página. Vivos que pagan un café en París sin decirse que esa moneda es la resulta de una conversión de la sangre. De la sangre de los muertos, por cierto. Lo difícil, lo verdaderamente difícil, dijo, es hablar de los muertos sin historia. Y los que no tienen corazón, no pueden hablar de los muertos sin historia, imposible, allí no hay citación, no hay referencia culta, no hay un solo bendito pie de página. Allí no se puede escribir como si todo sucediese al interior de una biblioteca. Esos pueden escribir novelas correctas, ganar el Cervantes, el Nacional. Incluso pueden ganar el Nobel, pero nunca serán capaces de hablar de un solo hombre muerto sin historia. De un hombre muerto sin historia, esos no serán nunca capaces de decir algo sensato, ni del el hambre, ni del frío, ni de la desesperación. Las imágenes de Chile, dijo, son como aquellas que fueron captadas en aquel entonces desde un helicóptero. Imágenes en las cuales se reconoce la avenida Manuel Montt, el Sindicato Número 1 de mineros, la multitud apostada frente a las puertas del cementerio. Imágenes erráticas captadas por un camarógrafo errático que cuelga de un helicóptero errático, bajo el cielo implacable de Coronel. Vemos carros de bomberos, arterias saturadas, techos de cinc o calamina. Los techos de las poblaciones de Coronel, que son los techos de las gentes de Coronel, que no se hallan, sin embargo, en el momento de estas tomas, bajo esos techos de cinc o calamina, existiendo bajo estos techos de cinc y calamina, no, pues en el momento de estas tomas, esas gentes se hallan en la calle, forman parte del cortejo que acompaña los cuerpos de los veintiún mineros muertos durante la explosión de grisú ocurrida en el año 1994. Según se ve en estas imágenes, los cuerpos fueron sacados de la mina, envueltos en frazadas de color plomo. Casi no hay audio. Se trata ante todo de un montaje de rostros, de gestos, de murmullos”.

*Seudónimo de Ricardo Toloza Rifo, 1980, Lota. Profesor, poeta, escritor.

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