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Mónica Salinas

Soy la madre de un chico trans…







Soy la madre de un chico trans, que acaba de llegar de una marcha estudiantil con un nuevo parche en la mochila (- pacos + trans) muerto de calor y de sed. Se sentó rápido a la mesa y se unió al almuerzo que recién habíamos empezado con su padre y su hermano mayor. Conversamos de la marcha, nos contó de la pelea a combos que le tocó ver, y yo inmediatamente le pregunté si se había mantenido alejado, si era cuidadoso; debo reconocer que me da miedo que lo lleven detenido y tenga problemas con su carnet, el que aún no está corregido de acuerdo a la Ley de Identidad de Género. Leo tiene 16 e inició su transición de género hace cuatro años. Yo, ni idea de lo que lo que pasaba: mi hijo fue la primera persona trans que conocí. Lógicamente empezaron las lecturas y las búsquedas por internet, los primeros contactos con agrupaciones de familias trans, con otra mamá, con chicos de la edad de Leo y también con personas más grandes. Mujeres que ya habían hecho su transición, otros que nunca tuvieron esa posibilidad.

La principal indicación que recibimos fue práctica y la seguimos de inmediato: “vayan donde el Dr Rodrigo Baeza”, un urólogo dedicado a apoyar pacientes trans gracias a lo aprendido en el Hospital Van Buren de Valparaíso, con Guillermo Mac Millan, conocido como el médico que más sabe de transexualidad en Chile. Llegamos a la consulta particular de Baeza con Leo muy nervioso y nosotros de padres primerizos, intentando segurizar a nuestro hijo con amor y protección. El médico nos recibió amable y no tuvimos que gastarnos explicando nada, entendiendo de inmediato lo que pasaba. Nos orientó con calma, normalizó la situación y le sacó el tono tabú a la conversación. Se mostró atento, profesional y empático y hasta el día de hoy recuerdo el alivio que sentí después de hablar con él, porque la nebulosa inmensa había comenzado a despejarse. Luego de eso hemos seguido juntos un camino de descubrimiento que ha tenido de todo, pero especialmente apoyo incondicional de la familia extendida, los amigos y las amigas, el liceo de Leo, las y los profes. Todo eso porque antes que nosotros otras, otros, otres levantaron la voz para exigir respeto por los derechos de las personas trans, trabajando para tener una Ley de Identidad de Género, visibilizando las necesidades de quienes cuyas identidades de género no coinciden con su sexo biológico. En estos 4 años he aprendido mucho sobre la comunidad trans, sobre identidades no binarias, sobre salud mental, procesos de hormonización, cirugías masculinizantes y feminizantes. He aprendido sobre la heteronorma y cómo nos ha moldeado como sociedad; también me he dado cuenta que el cambio enorme que hemos vivido no es tal, porque mi hijo sigue siendo mi hijo y gracias a que ha tenido acompañamiento profesional y soporte familiar, su creatividad, su dulzura, su cuerpo y su inteligencia han seguido desarrollándose en armonía. Yo soy ante todo mamá chocha: lo amo, lo admiro y tengo mi corazón conectado al suyo.

No puedo negar que he tenido miedo, porque a los trans los golpean y los matan, pero he podido vencerlo de a poco, para dejar crecer en mí la confianza en una sociedad más inclusiva y respetuosa. En nombre de Leo, agradezco a Baeza, al equipo de Salud Trans del Hospital Higueras, a Julián, a Adán y a Daniel, a los abuelos, a Nancy, a las amigas, a sus profes del básica y ahora de media, a nuestras gatas, a nuestras plantas, porque gracias a todos ellos y ellas, nosotros seguimos escribiendo nuestra historia.

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